La historia no es un proceso lineal. No hay una línea recta del dinero básico al dinero fiduciario y de allí a la criptografía, ni de la moneda metálica al papel moneda y de ahí a lo digital. Aun así, algunas tendencias generales son evidentes en el registro histórico. Ha habido una tendencia a lo largo del tiempo a que las jurisdicciones políticas y los habitantes de los espacios económicos comunes converjan en una moneda única. A los líderes políticos les gusta de esta manera, ya que su monopolio del señoreaje es una fuente de poder y un valioso salvavidas cuando la soberanía se ve amenazada. A los agentes económicos les gusta, ya que la existencia de una moneda uniforme que es insensible a la información (que está libre de riesgo de contraparte y liquidez) facilita las transacciones y la actividad económica en general. Los seguidores de Hayek (1976) podrían preferir lo contrario, pero la historia está en contra de ellos.