Es necesario acelerar la transición a las energías renovables en los países africanos por el bien del mundo. Puede ser beneficioso para todos, si se hace correctamente. Las economías locales ganan, ya que la inversión impulsa el desarrollo local, mientras que la economía global gana gracias a la combinación de ganancias sostenidas y pérdidas climáticas evitadas. La razón por la que la política frena este escenario en el que todos ganan es que el acuerdo global para la acción climática no tiene fuerza y las recompensas para los actores privados que gastan en acción climática están limitadas por las fronteras nacionales.
El patrón actual de inversión energética en África pone de relieve tanto la oportunidad de hacerlo mejor como el fracaso de un sistema sin incentivos coordinados (Olabisi, Richardson y Adelaja 2022). El financiamiento energético público y privado de los países del Grupo de los Veinte y los bancos multilaterales de desarrollo a los países africanos promedió alrededor de 35 mil millones de dólares al año entre 2012 y 2021. El sector privado proporcionó poco más del 40 por ciento de los fondos. La mayor parte de la financiación (83.500 millones de dólares) se destinó a proyectos de gas y gas natural licuado (Moses 2023). El gasto en otras fuentes de energía, incluidas opciones renovables como la solar, la hidroeléctrica y la eólica, quedó muy rezagado. Las corporaciones están abiertas a gastar para satisfacer la demanda de energía en África, por lo que la carga de la inversión no es puramente pública, sino que sus esfuerzos siguen las ganancias a corto plazo, como las de los combustibles fósiles. Imagínense el impacto de un fondo climático global que pague incentivos marginales que impulsarían los retornos del sector privado en energía solar y eólica en África por encima de las ganancias de los proyectos de gas.
En algún momento, los responsables de las políticas y el sector privado tendrán que acordar que la mejor manera de sacar provecho de la empresa privada debe ser ecológicamente sostenible. O mejor aún, el enfoque debería remediar el planeta para mejorar la calidad de vida de las generaciones futuras. El sector privado y sus mercados de valores vinculados pueden, con la orientación política adecuada, canalizar recursos para financiar una transición verde más rápido de lo que los gobiernos pueden endeudarse para un enfoque puramente público para salvar los bienes comunes globales.
Hoy en día, tenemos corporaciones privadas con un importante alcance global en el negocio de las energías renovables que eran inexistentes o apenas existían hace tres décadas. Un número cada vez mayor de empresas multimillonarias en el negocio de las energías renovables tienen espacio para crecer aún más con las posturas de política pública adecuadas. La velocidad necesaria para una acción climática eficaz, especialmente en muchos países africanos, exige iniciativas del sector privado, junto con una gobernanza global astuta. ¿Podemos imaginar un futuro en el que la mayoría de las corporaciones busquen la sostenibilidad ecológica global porque su sostenibilidad económica depende de ello?