Hay muchos indicadores de seguridad energética. Pocos miden lo que realmente importa, un suministro de energía asequible y confiable, y las compensaciones entre la asequibilidad y la confiabilidad. La fiabilidad es física, la asequibilidad es económica. La última invasión rusa de Ucrania pone de relieve algunos de los problemas con la seguridad energética, desde contratos a largo plazo que se rompen hasta suministros supuestamente seguros que se desvían a centrales eléctricas retiradas que se vuelven a poner en servicio para efectos indirectos a otros mercados. La seguridad energética requiere la intervención del gobierno. Las políticas sobre el acceso a la energía y la pobreza deberían pasar del sostenimiento de los precios, generalizado en Asia, al apoyo a los ingresos. La transición a una energía libre de carbono plantea nuevos desafíos para la seguridad energética, desde un cambio en la dependencia de algunos recursos (carbón, petróleo, gas) a otros (tierras raras, viento, sol) hasta despidos sustanciales en el capital social de energía a compañías energéticas subcapitalizadas, mientras que la incertidumbre regulatoria disuade la inversión. Las energías renovables mejoran la seguridad energética en una dimensión, pero la empeoran en otras, particularmente debido a largos períodos de poco viento. Los problemas de seguridad con las tierras raras y el capital prestado son menos pronunciados. El potencial de pérdida de activos por parte de la política climática es particularmente grande en Asia.