La educación es un activo clave para la acción climática. La educación remodela los comportamientos, desarrolla habilidades y estimula la innovación, todo lo que necesitamos para combatir la mayor crisis que enfrenta la humanidad.
Las personas mejor educadas son más resilientes y adaptables, están mejor equipadas para crear y trabajar en empleos verdes y son fundamentales para impulsar soluciones.
Sin embargo, la educación se pasa por alto en gran medida en la agenda climática. Casi no se destina financiación climática a la educación. Canalizar más fondos climáticos a la educación podría impulsar significativamente la mitigación y la adaptación al cambio climático.
Al mismo tiempo, el cambio climático es una gran amenaza para la educación. Millones de jóvenes se enfrentan a la pérdida de días de aprendizaje debido a eventos relacionados con el clima. En los países de bajos ingresos la situación es peor. A menos que se compense, este aprendizaje perdido tendrá un impacto negativo en sus ganancias y productividad futuras. También dará lugar a una gran desigualdad tanto dentro de los países como entre ellos.
Los gobiernos pueden actuar ahora para adaptar los sistemas educativos al cambio climático.