La perturbación energética ha coincidido con la reapertura de la economía tras la pandemia para dar lugar a una inflación persistentemente elevada en la zona del euro.
Esto, a su vez, ha aumentado el riesgo de un desanclaje de las expectativas de inflación y la dinámica inflacionaria de los precios y los salarios. En respuesta, hemos endurecido nuestra política monetaria de manera decisiva para evitar que la inflación se arraigue en la economía.
Pero a medida que las tasas de política monetaria se mueven más firmemente hacia territorio restrictivo y el shock energético disminuye, los riesgos para las perspectivas de inflación se han vuelto más equilibrados. Y las perspectivas para la economía y la inflación se han vuelto cada vez más inciertas, tanto a nivel mundial como en la zona del euro.
En este entorno, ya no necesitamos sobre ponderar los riesgos al alza para evitar los peores escenarios. Ahora tenemos que tener en cuenta el riesgo de endurecimiento excesivo junto con el riesgo de hacer muy poco.
Una calibración de la política monetaria dependiente de los datos, firmemente arraigada en una función de reacción clara, ofrece la mejor manera de avanzar. Nos permitirá aclarar nuestras intenciones de política, proporcionando a los mercados la orientación necesaria y manteniendo la volatilidad bajo control. Paralelamente, al suavizar nuestros movimientos de política, nos aseguramos de que su costo para la economía sea mínimo.