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Una odisea mediterránea – de los orígenes antiguos a la fortaleza del futuro

El Mediterráneo hoy está desequilibrado en el sentido de que estamos viendo grandes y persistentes disparidades económicas.
Esas disparidades existen entre países. Los países de la costa norte que forman parte de la UE contaban con un PIB per cápita de más de 40.000 dólares en 2019, más del doble que el de los países de la costa sur, con menos de 19.000 dólares.[5]Además, atraen más de dos tercios de las entradas netas de inversión extranjera directa a la región.[6]
También existen disparidades dentro de los países –en forma de desigualdad–, aunque para hacer justicia a este tema sería necesario otro discurso.
Estas disparidades también existen entre generaciones: el Mediterráneo cuenta con una de las poblaciones más jóvenes del mundo, con casi una de cada tres personas menores de 25 años. En el Mediterráneo meridional y oriental, casi la mitad de la población entra en esta categoría. [7]
Las tasas de desempleo juvenil en el sur y este del Mediterráneo estuvieron entre las más altas del mundo en 2019, oscilando entre un mínimo del 19% en Túnez y un máximo del 42% en Argelia. Igualmente, preocupante es la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral de la región, una de las más bajas del mundo: solo el 22% en 2019. [8]
Se prevé que esta brecha demográfica se ampliará. Mientras que se espera que la población en las costas del norte disminuya en más del 4%, se espera que las costas del sur y del este experimenten un aumento de más del 20% para 2050. [9]
Al mismo tiempo, los países del Mediterráneo occidental en particular, incluidos Argelia, Francia, Italia, Marruecos, España y Túnez, tienen algunos de los niveles más altos de matrícula universitaria.[10] Pero un número considerable de graduados universitarios todavía lucha contra el desempleo, que supera el 30% en muchos países del sur del Mediterráneo. De hecho, existe una tendencia paradójica en la que niveles más altos de educación parecen correlacionarse con tasas más altas de desempleo. [11]
Las consecuencias de estos problemas no se limitan a las zonas menos prósperas de la región. La falta de oportunidades provoca la pérdida de innumerables vidas, mientras los migrantes se esfuerzan por llegar a las costas más prósperas del norte. Y los países a los que llegan esos inmigrantes se enfrentan a la ira, la división y la presión sobre sus sistemas sociales.
Por lo tanto, por el bien de toda la región, debemos esforzarnos por restablecer el equilibrio económico. Esto significa garantizar que los jóvenes de la región puedan integrarse con confianza, en lugar de convertirse en contribuyentes involuntarios y reticentes a la proliferación de la inestabilidad y los conflictos o a la perpetuación de los flujos migratorios.