Se prevé que el crecimiento mundial se mantenga estable en el 2,6 % en 2024 antes de subir a una media del 2,7 % en 2025-26. Eso está muy por debajo del promedio del 3,1% en la década anterior al COVID-19. El pronóstico implica que en el transcurso de 2024-26, los países que colectivamente representan más del 80% de la población mundial y el PIB mundial seguirán creciendo más lentamente que en la década anterior a la COVID-19.
En general, se prevé que las economías en desarrollo crezcan un 4% en promedio durante 2024-25, ligeramente más lento que en 2023. Se espera que el crecimiento de las economías de bajo ingreso se acelere al 5% en 2024 desde el 3,8% en 2023. Sin embargo las previsiones de crecimiento para 2024 reflejan rebajas en tres de cada cuatro economías de bajo ingreso desde enero. En las economías avanzadas, se prevé que el crecimiento se mantenga estable en el 1,5 % en 2024 antes de aumentar al 1,7 % en 2025.
«Cuatro años después de las convulsiones causadas por la pandemia, los conflictos, la inflación y el endurecimiento monetario, parece que el crecimiento económico mundial se está estabilizando», dijo Indermit Gill, economista en jefe y primer vicepresidente del Grupo Banco Mundial. «Sin embargo, el crecimiento está en niveles más bajos que antes de 2020. Las perspectivas para las economías más pobres del mundo son aún más preocupantes. Se enfrentan a niveles castigadores del servicio de la deuda, a la restricción de las posibilidades comerciales y a costosos fenómenos climáticos. Las economías en desarrollo tendrán que encontrar formas de fomentar la inversión privada, reducir la deuda pública y mejorar la educación, la salud y la infraestructura básica. Los más pobres entre ellos, especialmente los 75 países que reúnen los requisitos para recibir asistencia en condiciones favorables de la Asociación Internacional de Fomento, no podrán hacerlo sin el apoyo internacional».
Este año, se espera que una de cada cuatro economías en desarrollo siga siendo más pobre de lo que era en vísperas de la pandemia en 2019. Esta proporción es dos veces mayor en el caso de los países en situaciones frágiles y afectadas por conflictos. Además, se prevé que la brecha de ingresos entre las economías en desarrollo y las economías avanzadas se amplíe en casi la mitad de las economías en desarrollo durante 2020-24—la proporción más alta desde la década de 1990. Se espera que el ingreso per cápita en estas economías, un indicador importante de los niveles de vida, crezca un 3,0% en promedio hasta 2026, muy por debajo del promedio del 3,8% en la década anterior a la COVID-19.
Se espera que la inflación mundial se modere hasta el 3,5% en 2024 y el 2,9% en 2025, pero el ritmo de descenso es más lento de lo que se proyectaba hace apenas seis meses. Como resultado, se espera que muchos bancos centrales sigan siendo cautelosos a la hora de reducir los tipos de interés oficiales. Es probable que las tasas de interés mundiales se mantengan altas según los estándares de las últimas décadas, con un promedio de alrededor del 4% durante 2025-26, aproximadamente el doble del promedio de 2000-19.
«Aunque los precios de los alimentos y la energía se han moderado en todo el mundo, la inflación subyacente sigue siendo relativamente alta, y podría seguir así», dijo Ayhan Kose, economista jefe adjunto del Banco Mundial y director del Grupo de Perspectivas. «Eso podría llevar a los bancos centrales de las principales economías avanzadas a retrasar los recortes de las tasas de interés. Un entorno de tasas ‘más altas durante más tiempo’ significaría condiciones financieras globales más estrictas y un crecimiento mucho más débil en las economías en desarrollo».
El último informe de Perspectivas Económicas Mundiales también incluye dos capítulos analíticos de actualidad. En el primero se describe cómo se puede utilizar la inversión pública para acelerar la inversión privada y promover el crecimiento económico. El informe concluye que el crecimiento de la inversión pública en las economías en desarrollo se ha reducido a la mitad desde la crisis financiera mundial, cayendo a un promedio anual del 5% en la última década. Sin embargo, la inversión pública puede ser una poderosa palanca política. En el caso de las economías en desarrollo con amplio margen fiscal y prácticas eficientes de gasto público, el aumento de la inversión pública en un 1% del PIB puede aumentar el nivel de producción hasta en un 1,6% a mediano plazo.
El segundo capítulo analítico explora por qué los estados pequeños —aquellos con una población de alrededor de 1,5 millones o menos— sufren dificultades fiscales crónicas. Dos quintas partes de las 35 economías en desarrollo que son estados pequeños corren un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya lo están. Eso es aproximadamente el doble de la proporción de otras economías en desarrollo. Se necesitan reformas integrales para abordar los desafíos fiscales de los estados pequeños. Los ingresos podrían obtenerse de una base imponible más estable y segura. Podría mejorarse la eficiencia del gasto especialmente en salud, educación e infraestructura. Podrían adoptarse marcos fiscales para hacer frente a la mayor frecuencia de desastres naturales y otras perturbaciones. Las políticas mundiales específicas y coordinadas también pueden ayudar a situar a estos países en una senda fiscal más sostenible.