La migración se trata de personas. Se trata de aquellos que cruzan las fronteras, aquellos que se quedan atrás y aquellos que los reciben. Cuando las personas se mudan a un nuevo país, su decisión de mudarse tiene consecuencias económicas y sociales para ellos mismos, sus comunidades de origen y sus destinos.
Un enfoque de la migración centrado en las personas reconoce que los migrantes y refugiados son hombres y mujeres que a menudo toman decisiones difíciles y merecen un trato justo y decente. Son personas con identidades, habilidades, culturas y preferencias. Del mismo modo, los países de destino son sociedades complejas con circunscripciones, intereses y procesos de toma de decisiones diversos y, a veces, conflictivos. Como naciones soberanas y como miembros de la comunidad internacional, diseñan políticas para promover sus propios intereses. Cuando las personas deciden cruzar las fronteras, sus movimientos afectan el desarrollo y la prosperidad de las sociedades de origen y destino.
La migración ha demostrado ser una fuerza poderosa para el desarrollo, mejorando las vidas de cientos de millones de migrantes, sus familias y sus comunidades en todo el mundo. Sin embargo, también implica que los migrantes y refugiados, sus dependientes y muchas personas en las comunidades de destino superen una serie de problemas y vulnerabilidades y posiblemente necesiten apoyo para el desarrollo para hacerlo. Algunos de los impulsores a largo plazo de la movilidad se han fortalecido, y se espera que se intensifiquen aún más en las próximas décadas. Al mismo tiempo, se está llevando a cabo un intenso debate público en muchos países de destino sobre los costos y beneficios de recibir migrantes y refugiados.